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lunes, 8 de agosto de 2011

Chicago, el comienzo....

La Ruta 66 se creó a mediados de la década de los años 20 uniendo dos grandes ciudades, Chicago y Los Ángeles. A pesar de lo que la mayoría de la gente piensa, nunca llegó a Santa Mónica y mucho menos al océano. Debió su gran desarrollo a la década de los años 30 en la que la gran depresión en la que estaba sumida EE.UU. obligó a un gran número de emigrantes a desplazarse hacia el oeste buscando prosperidad o al menos alejarse de la hambruna del Dust Bowl, la Gran Sequía. A partir de ahí y debido a la intensidad de su uso, se convirtió en la que llaman la Calle principal de América o la Ruta Madre. Aunque pueda recorrerse en ambos sentidos, el itinerario original parte de Chicago hacia Los Angeles. Y ahí es precisamente donde comienza el viaje para nosotros. Un día más tarde de lo previsto, cortesía de Air Canada y de sus retrasos de horarios que nos hicieron perder la conexión en Toronto, nos presentamos en la ciudad de Chicago al ladito mismo del lago Michigan, que de grande que es parece un mar.
Quedamos con Carol y Marisela, que no han podido evitar desviarse en sus ya tradicionales vacaciones a EE.UU. para ir al concierto de Sade. Por lo visto, estuvo impresionante. Siempre es genial verlas pero aquí más, además, se conocen de maravilla la ciudad y nos hacen de inesperadas ciccerones. Una mañana de lluvia intensa que nos hace pensar que el monzón también se da por aquí, se convierte en el día más caluroso de nuestro verano y eso que venimos de España! Pero la ciudad ha decidido que nunca es suficiente y vuelven a caer chuzos de punta por la tarde. Aún y todo nos da tiempo a aprovechar cada minuto y nos auto sometemos al pateo más intenso que nuestras caderas pueden seguir. 
Wrigley Building. La torre del
reloj es clavadita a la Giralda de Sevilla
Comenzamos por la calle Michigan, paralela al lago que le da su nombre que es una forma estupenda de empezar a conocer la ciudad. Debido a un incendio que prácticamente acabó con ella a finales del S. XIX, Chicago sufrió una reconstrucción en la que participaron los arquitectos más afamados de la época. Acudieron del mundo entero y crearon una ciudad cómoda, perfectamente trazada y con unos edificios impresionantes. Aunque no somos fanáticos de los tours, existe uno muy recomendable si os interesa la arquitectura. Lo organiza la Chicago Arquitecture Foundation y es una forma muy cómoda de tener una primera impresión de los edificios, especialmente si no tienes mucho tiempo por 35$. Se trata de un crucero de hora y media de duración en el que el guía es un voluntario de la fundación. Si el día es soleado, que para nosotros fue abrasador, llevaos crema protectora, gafas y una gorra.


Marilyn and The Windy City


Muy cerca del muelle del barco acaban de inaugurar una estatua gigante de Marilyn. No es la locura pero tiene gracia, especialmente si piensas que Chicago es la ciudad del viento :P






Otro sitio que nadie debe perderse es el Millenium Park. La huella de grandes arquitectos contemporáneos ha dejado un lugar para la cultura y el disfrute de la ciudad. Aquí van unas cuantas fotitos de lo que nos dio tiempo a ver, pero hay muchas más. Si tenéis tiempo recorredlo entero.



Jay Pritzker Pavilion


Cloud Gate

El Cloud Gate,o Puerta de las Nubes es un sitio chulísimo para sacarse una foto. Marian, que está más atenta que yo a las explicaciones, dice que también le llaman el Frijol de Plata.





Inevitablemente, no he podido evitar 
tumbarme y sacar una foto reflejada en el 
Cloud Gate, qué le vamos a hacer, una nació así...


Crown Fountain también merece una buena paradita. Son dos torres de más de 50 pies de altura -no sé ni lo que es en metros- enfrentadas la una a la otra que continuamente están proyectando imágenes de más de 1.000 chicagüenses, pues andale pues... 
Hacía calor, yo me di un bañito, los demás me miraban pensando, "es que es peor que un niño pequeño".

De ahí a nuestro primer encuentro con la ruta: la señal que marca la salida oficial. Se encuentra en la calle Adams, relativamente cerca de la avenida Michigan. Salvo que seáis unos puristas de la ruta, recomendamos visitarlo antes de salir. Está justo pasado un puente, en una calle de muchísima circulación donde es casi imposible parar sin que te amenacen con echarte del país por colapsar el tráfico. Carol y Marisela nos sacan fotos con todo lo que llevamos que pueda sacar una foto: la Lomo -gracias José Luis de No-, varias cámaras digitales, varios iPhone y, cómo no, lo grabamos en vídeo. Todo un poema, vaya. Aún no entiendo cómo no nos atracaron en ese momento, la verdad.
Como nos quedaba cerquita nos acercamos a ver la estación de tren. A la parte antigua le ha añadido nuevos edificios e instalaciones, por supuesto, las escaleras donde se grabó la escena de Los Intocables de Elliot Ness aún permanecen. Hay dos que son gemelas, teóricamente "la buena" es la de la derecha estando dentro de la estación y mirando a la calle. Según Marian, tampoco es para tanto el subir el carrito del bebé y la tía esa era una petarda, no entiende porqué Andy García le hizo caso.
Nos vamos un ratito al hotel a descansar un poco ya que las varices nos llegan al cuello de lo mucho que hemos andado y quedamos con Carol y Marisela para cenar y probar la Deep Pan Pizza que nos recomendó Franco en Jordanos. Como su propio nombre indica, se trata de una pizza hecha en una sartén que de lo alta que es cabe casi una persona dentro. El tipo de cocina es family style, léase, pides una bandeja para una persona y entre seis dejamos la mitad. Pedimos una pizza pequeña -en la carta pone "para 1 ó 2 personas"- y solo Geni se acabó su trozo. He de decir que la criatura nos cena bien. Absolutamente recomendable para atascar las arterias en una sola cena, pero una comida muy sabrosa.
Nos despedimos de las chicas que se van a Washington a ver a Sandro y a encontrarse con Pato. Nos da penita pero nos ha encantado vernos. Quién lo iba a decir, quedamos con unas de nuestras mejores amigas nada menos que en Chicago!!!
Como los casi 10 km que dice el cuenta pasos que hemos andado nos parecen pocos, volvemos andando al hotel, casi al borde del infarto, y caemos agotados en la cama. Ha sido un día genial.


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